sábado, julio 01, 2006

Hombres ( III )

Para cuando Mati y yo separamos caminos, habrían de pasar varios meses para volver a vernos las caras. Él, por un lado, ya había logrado ingresar a otra universidad (no a la que inicialmente postulamos juntos), mientras que por otro, quien escribe seguía en sus trece, preparándose para tratar de alcanzar un cupo en alguna otra escuela con tanto o más prestigio como que la inicialmente escogí, por la época en que él y yo estudiamos juntos.

Durante esos meses, aislados uno del otro, muchas veces me entraba cierta nostalgia de saber cómo se encontraría él. Pero en algo frenaba estos ímpetus, cuando imaginaba que ahora, siendo ya un chico universitario, Mati apenas me recordaría. La experiencia me había hecho entender que el ambiente universitario es una competencia muy dura, cuando de lidiar con éste se trata: con tantos chicos y chicas que pudiesen robarle su atención... y que temerariamente logren su objetivo, sin ningún inconveniente de por medio. Y lo peor, con uno a la distancia, de brazos cruzados, sin nada más que esperar a dar el salto victorioso de ingresar a la universidad (¡la que fuere!) para así tener el pretexto adecuado de buscarle, comentándole la "buena noticia", y alcanzar de esta forma un mismo "status".

Afortunadamente, no fue necesario esperar tanto tiempo para comunicarme con él y darle el encuentro. Quiso la casualidad, que por esos días se presentase el concierto de una de sus bandas preferidas, en una discoteca cercana a mi casa. La ocasión era propicia entonces, para intentar una comunicación con él y convencerlo de ir juntos, a esta inusitada oportunidad de disfrutar este espectáculo.

Y esa noche, luego de varios meses, por fin Mati y yo pudimos volvernos a ver. Él, por su parte, no pudo disimular las impresiones que tenía de mí, luego de tanto tiempo: "Has engordado, seguro que cuando tomas una ducha y miras hacia abajo, apenas logras ver los dedos de tus pies", fue su jocoso comentario, quizás para romper un improbable hielo de nuestra naciente conversación. Algo muy válido, si tomamos en cuenta que muy probablemente la última vez que nos topamos, fue en alguna incómoda situación. Y que precisamente dicha razón fuese la responsable de no volver a dirigirnos la palabra por mucho tiempo, hasta esa misma noche.

Luego de intercambiar comentarios sobre nuestras respectivas situaciones (él muy feliz contando sobre los beneficios de su nuevo entorno académico, yo con mi perpetua preparación por ingresar a alguna otra universidad) nos dirigimos al lugar del concierto. Grande sería nuestra sorpresa, cuando al entrar a la disco, nos enteramos que el evento había sido cancelado a último minuto por motivos exclusivamente de la banda. Que mil disculpas, que el local no tenía responsabilidad alguna y bla bla bla. Sólo quedaba vernos las caras Mati y yo, luego de tan desconcertante noticia.

Lamenté haberlo hecho venir de su casa -desde una prudente distancia y tan tarde-, sólo para enterarnos de este embuste. Mati no lo lamentó tanto la verdad. Me comentó que al menos, este hecho había sido un buen pretexto para vernos las caras, luego de tanto tiempo (¡grande!). Que la noche era joven y que todavía podíamos aprovecharla un tiempo más. Idea que celebré con mucho gusto, sobre todo por venir de alguien por quien en algún momento sentí una intensa atracción.

Dejé todo en sus manos. Después de todo, aún sentía cierta culpa de ser el responsable de haberle presionado en continuar nuestra "amistad", y no quería meter la pata nuevamente. Nos dirigimos a una panadería cercana, y entre los dos, juntamos dinero para comprar una botella de vino (maravillosa sugerencia suya, valga la aclaración) para consumirla en algún lugar del camino.

La verdad, luego de comprar este licor, me sentí muy corto, pues no se "estila" que dos muchachos (solos y varones) tomen vino así nomás, en plena calle y a vista y paciencia de cualquiera. Que si fuese cualquier otro licor, ya sea cerveza, trago corto o menjunje equis, vaya y pase. Pero ¿vino? Bueno, yo le había comentado a Matías minutos antes, que la cerveza no me gustaba mucho. Así que supongo que lo del vino era para agradarme pero... ¿él y yo tomando solos, en algún lugar de la calle? ¿no parecía sospechosamente romántico (y sospechosamente gay además)?

Cuando quisimos dar curso a la botella y consumirla, me cercioré de que lo hiciéramos en el lugar más alejado y menos transitado de la calle. Un poco por la idea de que, a esas horas de la noche, era algo peligroso estar exponiéndose por ahí, con tanta delincuencia y pandillaje pululando en cada esquina. Pero más lo hice pensando en que no quería que NADIE nos viera en una situación tan EVIDENTE entre Mati y yo: libando libremente en la calle, únicamente él y yo, con un licor digamos "no tan apropiado" entre dos tipos que se denominan simplemente amigos. Y sobre todo, encontrando un sitio lo suficientemente tranquilo para no sentirnos cortos ni avergonzarnos en ningún momento por lo que pudiera suceder aquella noche que desde ya, prometía mucho.

Nos perdimos por las calles, hasta llegar a un afortunado techado que encontramos minutos después. La noche estaba algo avanzada, muy silenciosa y solitaria, mas aún no llegaba a la medianoche. Incluso me atrevería a afirmar que hubo una espléndida luna llena iluminando nuestro entorno, no obstante.... creo que sería mejor recordarla así, con ese halo romántico respirándose cada minuto de nuestra inimaginable cita.

Mati abrió la botella y brindamos por nuestro encuentro. Por los diferentes rumbos que habíamos alcanzado en nuestras vidas, hasta ese momento. Por la misma noche en sí, cómplice de tan furtivo encuentro entre alguien tan especialmente diferente como Mati y un descarriado como yo -quien por cierto, ya comenzaba a sentir a partir de ese instante, algo más que una simple atracción física hacia él-. Y es que definitivamente, el vino es el licor del amor. De eso no hay la menor duda.

Tomamos varios vasos, conversamos muchas cosas y advertimos otras tantas. Como la luna tan especialmente suspendida e iluminada en el oscuro firmamento, el frío que se respiraba en el ambiente, pero que poco mellaba en nuestro encuentro.... Quizás por efecto del licor, o por el hecho de estar al lado de Mati en una situación como ésta (que ni planificada pudo haberme salido mejor), bloqueé cualquier imprevisto o cosa negativa que pudiese ocurrir a nuestro alrededor, inclusive en el resto del universo.

La idea de estar juntos, solos, él y yo, tan apartados de todos y de todo, me reconfortaba. Vi directamente a sus ojos una y otra vez. Y creí ver en ellos nuevamente ese brillo que alguna vez destiló su mirada el primer día que quiso conversar conmigo, hace unos años atrás. Mucho antes de que existieran esas amiguitas o circunstancias que posteriormente me lo arrebataron. Y sólo por un momento, por un pequeñísimo instante, creí percibir en él, que efectivamente, también había un deseo intenso, especial y sobre todo recíproco. Ese mismo deseo tan particular que me provocaba él duranteh estos últimos años, y que me empujó volverlo a buscar, hasta hallarlo frente a mí, aquella particular noche.

(Para variar, la insoportable canción Alejandro Sanz y The Corrs no dejaba de sonarme fuertemente en la cabeza, una y otra vez, por cada minuto críticamente romántico de esta cita. Pero me niego rotundamente a colocar PLAY a esta balada en mi blog.)

En algún momento pasó por mi mente la idea de sugerirle irnos a un lugar más privado, cosa que no me atreví a mencionar. Para cuando la botella se consumió y la noche comenzaba a tornarse peligrosamente en madrugada, decidimos abandonar el apacible techado que nos guareció momentos antes. A unas cuantas casas de allí, nos topamos irónicamente con un hostal. Creo que Mati no lo notó, pero yo sí. Los efectos del vino continuaban recorriéndome las venas, pero no tuve los cojones suficientes de comentarle la idea. Tenía ganas de estar con él, de abrazarlo, de besarlo y amarlo con todas las ganas contenidas en estos últimos años, pero no estaba seguro si efectivamente Matías hubiese querido lo mismo. Durante nuestra conversación no hablamos para nada de mis sentimientos, o por lo menos de la idea que me gustaba como hombre. Y a decir verdad, no quería arruinar la noche con alguna mala interpretación de mis deseos, los más puros y bellos que pudiese haber parido aquella noche (amén de que, muy probablemente ese hostal nos hubiera negado el ingreso, por ciertas políticas estúpidamente homofóbicas que aún comparten muchos de estos lugares en nuestra ciudad).

Sin embargo, disfruté mucho de la idea de caminar junto a Mati en la nocturnidad, por los recovecos de aquellas calles desiertas. Únicamente bajo la luz de la luna y sin ninguna mirada curiosa que interrumpiera nuestro momento. Aquella vez, él se veía más adorable que muchas otras veces. Sentí que se comportaba como realmente le gustaba ser: amable, atento y muy cordial, conversándome mientras fijamente miraba mis ojos y sonreía tan dulce ante cada ocurrencia platicada en ese momento. Y para cuando nos dirigimos a la avenida principal, acompañándole a tomar el taxi que lo conduzca rumbo a su casa, sentí que nuestra relación volvía a tornarse sólida, quizás más que antes. A lo mejor este encuentro habría servido para afianzar más los sentimientos que sentíamos el uno por el otro. Posiblemente las dudas de Matías comenzarían a convertirse en certezas y las cosas podrían funcionar mejor de ahora en adelante. Esa noche fue pues, mágica, una escena arrancada de un cuento de hadas, llena de ternura y esperanza. Y con una radiante perspectiva iluminando el futuro.

Lamentablemente, dichas expectativas se desvanecieron tal como los efectos del vino de aquella noche. Durante las semanas y meses sucesivos a ese encuentro, traté de mantener vigente este acercamiento con Matías. Algunas veces me resultó, pero otras (la mayoría de veces) no tanto. Y es que parecía que él siempre buscaba pretextos o excusas para alejarse de mí. Y cuando yo creía que todo entre los dos estaba ya perdido y acabado, de pronto él me sorprendía con una llamada telefónica a casa, preguntado por mí y saludándome por uno que otro circunstancial (y hasta extravagante) motivo.

Había entonces que analizar las cosas con frialdad. Y desafortunadamente, los hechos demostraban que Matías era una persona desconcertantemente inestable. Por momentos,
me daba la impresión de que yo le atraía. Que al igual que él a mí, yo también le gustaba, que podría existir la remota esperanza de que sucediese algo entre los dos, pero... tal como iban las cosas, siendo yo el que siempre (o casi siempre) me daba el trabajo de llamar por teléfono o ir a buscarle, y sin que él intentase mover un solo dedo para demostrar algo de interés, reciprocidad o mínima empatía, pues... tal actitud suya poco a poco fue mellando mi interés en ganar su corazón. Me sentía hastiado, cada vez más, de hacer el papel de buena gente, del desprendido, de ofrecido y hasta de estúpido. Era claro que de seguir la situación así, ello no nos conduciría a ninguna parte.

Y dichas sospechas fueron confirmadas una de las últimas veces que lo visité. Mati me "sorprendió" con la repentina noticia de que ya tenía enamorada. Una tipa que vivía cerca de su casa y que a decir verdad, no era nada del otro mundo. Con todas las características de una chica muy poco agraciada, nimiamente interesante, y que muy convenientemente, más de un muchachito gay con conflictos de identidad, buscaría para disfrazar su sexualidad y callar así más de una insensata habladuría.

No me detendré en analizar el por qué de ese comportamiento suyo, porque la verdad no me compete. Y a decir verdad, no me sentí ni remotamente celoso por tal "novedad". Al menos, yo en su lugar, me hubiese buscado una chica un poquito más interesante, de gustos algo refinados y eso sí, muchísimo más sensata... pero bueno, era el rollo de Mati. Así que la verdad, no me sentí mellado ni nada parecido al conocer a su "nueva" pareja. Aunque sí, me sentí fastidiado cuando en una ocasión, la tipa ésta no lo dejaba solo ni un segundo, cada vez que intentaba acercármele a Mati para conversarle privadamente unos momentos (¿qué pensaba ésta ordinaria? ¿qué me iba a violar a su "novio" por un miserable par de minutos que quería platicarle a solas?). Patética costumbre chicas, tomen nota.

Al ver como se manejaban ahora las cosas, no quedaba más que emprender la elegante retirada. Sobre todo porque Mati había optado por un camino, digamos poco inteligente. Si al menos hubiese escogido a una chica linda, agradable, siquiera algo simpática o con mediana madurez mental, podría escribir muy honestamente que ello me hubiera destrozado el corazón. Lo mismo si hubiera escogido a otro hombre de características interesantes o muy superiores, comparadas a las de quien escribe. Pero... como las cosas resultaron tremendamente desconcertantes (tal como ha sido Matías casi todo el tiempo que lo conozco), había pues poco o nada que lamentar. Y lo más importante, que ahora yo debería continuar adelante, sin dar marcha atrás (cosa nada difícil, a la luz de lo ya expuesto).

A veces lo recuerdo (no muchas, por cierto), cómo era él cuando lo conocí por primera vez, y cómo se veía las últimas ocasiones que lo vi. Su aspecto ha cambiado mucho y lamentablemente, no para bien. Ya no se ve tan agraciado como antes, ahora anda más bien con el cabello desaliñado, desordenado, con varios kilos de más que lo hacen ver espantosamente más bajo de que realmente es. La poca virilidad que emanaba antaño, se desvanece ahora aún más, perdiéndose en el desgarbado aspecto que se ha empecinado en lucir hoy. Al punto de que, cuando recuerdo su poco afortunado "nuevo" look, me pregunto cómo fue que alguna vez pude interesarme en un tipo como él, de apariencia tan poco interesante en la actualidad.

Y como colofón a esta entrega que tardó casi un año en ser posteada, comentaré que hace unas pocas semanas atrás, una noche, me di con la ¿grata? sorpresa de encontrarme con Matías en un bus, quien por cierto no había subido solo al vehículo, sino acompañado de una corriente tipita pelo pintado, que la verdad no llegué a reconocer. Ignoro si se trataba de la misma ordinaria que me presentó como su enamorada aquella ocasión, o si era alguna otra. Sinceramente no lo sé, ni me interesa. Tal y como no me interesó acercármele para saludarlo luego de tanto tiempo. Él por su parte, al subir al bus muchas calles después que yo, creo que no se percató (o quiero creer que fue así) de que yo viajaba en su mismo transporte, varios asientos detrás suyo. Y es que se encontraba demasiado absorto, conversándole a la (mal) pelo pintado ésa, al punto de que no le despegaba la vista ni la atención de encima, por ningún minuto y bajo ninguna circunstancia.

El bochornoso encuentro no duro mucho. Unas cuadras más abajo, Mati y su "amiga" bajaron del bus, mucho antes de llegar a mi destino. Y cuando lo hicieron, no pude evitar fisgonear por el vidrio tiznado y ver a la parejita. Y sinceramente sentí algo de pena al recordar cómo acabaron las cosas entre él y yo. Pues, hay gente que luego de una relación, sabe cómo quedan cuando todo acaba. Como amigos, en buena onda. O como enojados, que no pueden ni verse, si es que alguna vez vuelven a encontrarse. Lamentable, al día de hoy, me gustaría saber cómo hemos quedado Matías y yo luego de esta experiencia. ¿Amigos? Ya no lo somos, de eso estoy casi seguro. Pero enemistados o enojados, tampoco lo creo, no lo sé. Entonces, querido Mati ¿podrías responder la interrogante de contestarme qué somos? ¿o qué fuimos tú y yo, durante estos últimos años?

Creo que esa respuesta ya no me la podrás dar. Sobre todo porque, dudo mucho que quieras volver a verme alguna vez. Y es que hoy sé, que ya no lo harás. Quizás ya nunca más.

6 comentarios:

Imoq dijo...

Seguiremos esperando pacientemente :)

Diego Sepulveda dijo...

Eeeeeeeeeeeh hice un cambio de imagen y ahora se llama Nuevos Desafios mi blog porsiacaso. Este cambio lo hice antes del año nuevo asi que el nuevo nombre cumple con uno de los propositos planteados que tenia, nos estamos escribiendo

Gays Peruanos dijo...

zzzzzzzzzz
oye!
cuando escribes de nuevo, mano?

Ramiego dijo...

Pronto, muy pronto...

இலை Bohemia இலை dijo...

Vengo a agradecerte la visita y a devolvertela...
Me gusta tu blog y me parece muy original la foto de tu perfil "Piano Man"

Anónimo dijo...

hombres?
III?
vienen?
de negro?
ah cuando ah!!
xD