domingo, julio 31, 2005

Hombres ( I )

Foto película "Cachorro" (2004), cortesía Manga Films

Desde que el mundo es mundo, mucho se ha escrito sobre las mujeres. Ejemplos sobran: existen desde los medievalmente artísticos hasta los arriesgadamente modernos. Faltaría espacio quizás en señalar alguna que otra ejemplar cita que nos ayude a descifrar el tantas veces llamado complejo y misterioso universo de la mujer.

Viendo más fácilmente desde nuestro presente, tratar de catalogar al tipo de mujeres con las cuales nos topamos durante nuestra efímera existencia no es tarea fácil (queda para el recuerdo la impecable prosa del flaco Joaquín Sabina en "Mujeres Fatal"). Y ni hablar del otro extremo lleno de ejemplos deleznables (sin ir muy lejos, pregúntale a Arjona y su desembozado ¿homenaje? "Mujeres", tan conmovedor como una patada a los ovarios).

Pero ¿y que me dicen de los hombres? ¿Acaso somos tan fáciles, sencillos, menos complicados o poco misteriosos como para jactarnos de ello? Pues me atrevería a decir que no. Y es curioso que existan pocas referencias, tratados o incluso canciones que se atrevan siquiera a hablar del no menos confuso mundo masculino. Paradójicamente cierto, aunque me encuentre casi absolutamente seguro de que por cada mujer catalogada por el común de caballeros como "complicada", existe un varón con las mismas características, locuras, misterios y demás mitos-realidades que éste arrastre consigo (hasta me atrevería a afirmar que existen dos o más por cada fémina, pero bueno...).

Tratar de comprender a un hombre no es tarea fácil. Lo es sí, llamar su atención, acercársele, ser su amigo e incluso convertirte en su confidente más cercano. Más los problemas comienzan cuando precisamente, deseas continuar ser ese alguien especial para él... sobre todo cuando comprendes que el impulso que te empuja a dicho acercamiento es algo más que una simple y sencilla amistad.

Por un curioso designio del destino, un buen y lejano día descubrí que los hombres me atraían mucho más intensamente que las mujeres. Peliaguda decisión admitir tamaña declaración (créanme, cuesta tiempo) y que no viene al caso detallar en este momento. El quid del asunto comienza cuando luego de comprender mi realidad, asumo el consecuente reto de encauzar mi destino junto a algún otro individuo con quien compartir afinidades y sentimientos en el campo afectivo. Reto más peliagudo aún, pues en ese ámbito tal parece que la buena fortuna no ha estado de mi parte al cien por ciento. Y es que en toda mi vida, habré puesto mis ojos en hombres (¡y de qué tipo!) que de una u otra forma consideré en su momento que valían la pena. Claro, todo ello de acuerdo a las circunstancias y etapas (considérese sobretodo el alocado e imprudente período adolescente). Y a decir verdad, en tales oportunidades, obtuve poco o nulo éxito. ¿Tendrá ello que ver quizás con el misterio que encierra comprender el mundo masculino en su completa cabalidad? Quién sabe. A lo mejor, examinar estos casos colocándolos bajo el microscopio ayude a entender un poco el problema y tratar de descifrar un poquito tan velado secreto que encierra comprender cabalmente a un hombre (incluyéndome obviamente, claro está). Bueno pues, bajo un estricto orden cronológico comencemos a analizarlos, caso por caso.


Caso 1: Manolito (y su Re-Bruto)

Lo conocí en la secundaria, cuando ambos apenas frisábamos los doce años. Era una cosa bien rara, pues hasta ese momento nunca antes había sentido algo así por alguien de mi mismo sexo. Hasta ese entonces, era harto conocido en mi modesta "vida pública" que moría por cierta niñita algo simpaticona que años atrás había conocido en la escuela primaria. Con todo ello, igual ocurrió y un buen día me di cuenta que me encantaba estar al lado del susodicho Manolito. Lo raro del asunto es que el tipo no se caracterizaba por ser precisamente un estuche de monerías. Ni muy simpático, ni muy feo (aunque pensándolo bien, creo que tiraba más para esto último). Y bueno, como suele ocurrir en estos casos, no me detuve hasta convertirme en uno de sus amigos más cercanos en el aula, aunque jamás se me ocurrió por la cabeza entablar con él algo más que una simple y curiosa amistad (¿homosexual yo? ¡Nooooo....! típico pensamiento-escudo de ese entonces que nos auto-repetimos para borrar cualquier indicio de culpabilidad y cuidarnos de hacer algo "anormal"). De lo que sí estaba seguro era de que me encantaba estar a su lado y que de allí, no me detendría hasta ser su mejor amigo absoluto, que me llevase a conocer su casa, a su familia y disfrutar junto a él todo el tiempo posible (cosa que obviamente, no pude conseguir).

La cosa se puso enredada cuando al año siguiente tuvimos un nuevo compañero en clase. Un tipo que no me llamaba para nada la atención (por el contrario, antipático como él solo), pero que desafortunadamente SÍ interesaba a mi endiosado Manolito. De pronto y sin mucho esfuerzo (al menos no tanto como el que hice yo para ganar su atención) el Antipático logró arrebatarme el interés de Manolito. Y no sólo eso, de pronto mi platónico idilio y el pesado éste se volvieron una suerte de Dúo Dinámico. Inseparables como ellos solos, es decir uña y mugre... dejándome con ello obviamente de lado. Encima de todo, en más de una ocasión el Antipático le jugaba bromas tan pesadas al estúpido de Manolito sin que ello menguase para nada la "excelente" relación llevada por ambos. El asunto es que dicha situación me deprimió, sobre todo porque a pesar de todo, Manolito parecía gozar mucho más de la compañía de su antipático nuevo compañero que de la mía. ¿Qué coño le podía ofrecer este imbecil, que yo no le hubiese dado hasta ese momento?, pensaba una y otra vez. Y muy frustradamente, bajo esa premisa comencé a odiar a Manolito. Mucho más a su Antipático amigo por ser un reverendo idiota (cosa que hasta la fecha, sigo pensando que lo es). Pero sobretodo odiaba más la situación de ser quien definitivamente perdía todo: soga y cabra, tan fácilmente... Y todo por alguien que realmente no valía la pena.

De toda esta historia, lo máximo que pude lograr fue que ese mismo año, convenciese a Manolito de que visitase mi casa (en una encuentro relámpago) pero por una triste y dolorosa razón. Esa misma mañana, el Antipático no había asistido a clases y al buen Manolín le intrigaba qué podía haberle ocurrido a su amigo del alma. Estúpidamente yo, le ofrecí entonces que saliendo de clases podríamos visitarlo, pues el Antipático vivía a unas pocas casas de la mía (¿olvidé mencionar ese detalle? Horroroso ¿verdad?). Y contra todo pronóstico, Manolito aceptó.

No recuerdo a la fecha como ocurrieron las cosas, pero supongo que debí de sentirme muy feliz de tener viajando conmigo a mi idilio adolescente en el mismo bus y en el asiento de al lado. Me hubiese gustado presentarlo a mi familia cuando llegamos a mi casa, pero resultó que Manolito era muy tímido y -sobretodo- la razón principal que lo traía de tan lejos (pues él y yo vivíamos en las antípodas) realmente era conocer la casa de su "amigo" ausente y fastidiarlo un rato (pues por algo se había dado el trabajo de venir de tan lejos ¿no?).

Y bueno, la historia con este niño acabó cuando, luego de dos años de estudiar juntos en el mismo colegio (el primero, la gloria... el segundo, el infierno), mi interés no correspondido acabó cuando mudé de centro educativo y sin previo aviso dejé todo, no sin algo de dolor en el corazón. Sobre todo porque dejaba el campo libre a ese burdo personajillo (es decir, al Antipático) del cual nunca entendí por qué había granjeado tan fácilmente la atención de Manolito, si hasta el último momento en que pude verlos juntos, éste no dejaba de tratarlo como un mentecato más (¡ganaste, basura!). Y bueno, bastaron unos cuantos meses para olvidarme definitivamente de él. Sobre todo cuando en la nueva escuela a la que me cambié conocí nada más ni nada menos que a...


Caso 2: El Último de los Juanínes

Cuando lo conocí, las circunstancias estaban a mi favor. Ambos ese mismo año, nos aproximábamos a los catorce años y éramos nuevos no sólo en la escuela, sino también en el mismo salón. Cosa que aproveché raudamente para acercármele y ganar su confianza y amistad.

Tampoco es que fuera un adonis o alguien que deslumbrara espectacularmente por su atractivo físico. Sin embargo Juanín tenía ese algo que llamaba poderosamente mi atención (y no sólo a mí, como descubrí tiempo después). Mas, en la atracción que me despertaba también jugaba un rol importante el aspecto sexual (cosa que no ocurrió mucho con Manolito, por ejemplo). Era inevitable no deleitarme observándolo de pies a cabeza cuando se encontraba a cierta distancia mía. Ya sea mientras jugaba sus pichanguitas de fútbol a la hora de recreo, o verlo saltar y ejercitarse en esos benditos pantalones de educación física (curiosamente, no lo recuerdo mucho en shorts) y que día a día despertaba en mí un cada-vez-menos-desconocido morbo, acrecentándolo más y más.

Obvio que por previas experiencias en estos menesteres, decidí mantener un perfil bajo en esta particular relación amical. Opté pues por mantener un status de cercanos amigos de aula, tratándolo como uno más de la muchachada y evitando preferentemente un contacto algo más cercano con él (pues yo no hubiese tolerado otro cruel rechazo en tan poco tiempo). Aunque valgan verdades, creo que a Juanín tampoco le pareció buena la idea de juntarse preferentemente conmigo más que con otros compañeros de clase. Me hubiese gustado ganarme su confianza y ser uno de los más allegados en su entorno, pero bueno... la imagen de duro que quizás él optó por tomar para ganar cierta reputación entre los demás compañeros lo volvía una tarea casi imposible. Preferí entonces mantener un oculto apasionamiento por Juanín y resignarme a verlo de lejos, pero con el invaluable premio consuelo de contemplar su cuerpo que despertaba mis -cada vez más- candentes fantasías eróticas (¡y vaya que lo eran!).

Con todos esos inconvenientes a cuestas, comprenderán entonces que de antemano la batalla para ganarme al bendito Juanín estaba marcada por la derrota, pues éste nunca demostró ser tan blando como para ganarse un "amigo especial" y mucho menos andar con él de un sitio para otro. Pienso que jamás le interesó tal cosa, a pesar de que si se hubiesen dado las circunstancias y me lo hubiese pedido, tonto sería de no haber aceptado. La cosa se puso fea cuando un mal día me enteré por boca suya, que desafortunadamente comenzaba a interesarle una tipa por la que los otros mañosones de nuestro salón (y de otros) también alucinaban. Una chica que según comentaban los inculpados, se manejaba una interesante anatomía (la verdad, no podría dar fe de ello) pero que -admitámoslo- no resultaba tan bonita y era casi nada carismática.

Y ni que decir, cuando poco tiempo después, una compañerita de aula que -para variar- en algún momento intenté afanar (¡¡¡¿¿¿ Whaaaat....???!!!), me confesó muy ruborizada ella, que moría porque Juanín fijara también su atención en ella. Carajo, sí que el tipo está recontra pedido, pensé. Y lo más triste de todo era comprobar que el condenado Juanín sólo tenía ojos para una sola tipa: la condenada esa del buen cuerpo. No importaba que ella lo hubiese desairado -en público y privado- en más de una ocasión. Igual para él, su atención sólo merecía la pena fijarla en ella. Y viendo estos hechos a la distancia de los años en la actualidad, creo que su deseo por la tipa ésta, bien podría equipararse al mismo deseo que sentía yo por él. Dudo mucho que en ese interés existiese algún sentimiento de por medio en Juanín, ni mucho menos. Sólo las ganas que sentía por tenerla cerca (no sólo él) y en algún afortunado/furtivo momento explorar su anatomía cada vez con mayor vehemencia. Tal y como yo me sentía cada vez que veía a él aproximarse hacia mí y desear tenerlo cada vez más cerca, con su ropa tan exquisitamente entallada y por qué no... tenerlo desnudo frente a mí para obsequiarle lo mejor de mis caricias y expresarle mis candentes deseos en fuertes abrazos, besos apasionados y otras actividades que ya pueden estar ustedes maliciosamente adivinando.

La cosa no duró mucho. Al año siguiente nos separaron de aula y por ende la relación amical también se vio afectada. Aún así hubiese querido que fuese lo contrario, habían pocas oportunidades para verlo o siquiera intercambiar palabras. Además, tales ocasiones sólo daban cabida a fríos y rápidos apretones de manos o saludos a lo lejos que no daban tiempo para más. Así estaban las cosas y prácticamente se podría decir que luego de ese único año que llevamos juntos en el mismo aula, no volví a saber más de él. Salvo que acabado el colegio viajó a provincia, muy lejos de la capital a la tierra de sus padres y que era más que probable que radicara definitivamente por allá.

Por cosas de la vida, hace algunas semanas atrás, mientras esperaba el bus que me llevase rumbo a la universidad, me encontré en el paradero con un tipo que me parecía extrañamente familiar. Bastó acercármele un poco más para que éste notara mi presencia y reconociese inmediatamente. Cuando me sonrió y pude verlo directamente a los ojos, me sorprendí. Era Juanín, quien también estaba sorprendido de verme, casi catorce años después. A grosso modo, pudo contarme que ya había terminado de estudiar en la universidad y que había vuelto a Lima para trabajar en su carrera. Pude observar que los años habían menguado en algo su aspecto. Se le veía algo agotado, ya maduro y con un incipiente bigote sobre los labios. Y mientras lo contemplaba así, frente a frente, trataba yo de escudriñar en sus actuales rasgos a los de aquel muchachito por el cual más de una jovencita del colegio se moría por tener como enamorado. Y sí pues, ahora se le veía menos guapo que antes.

No me atreví a preguntarle si continuaba soltero o si ya tenía familia, pues no quise llevarme una decepción tan temprano esa mañana (algo me decía que el castigado paso de los años por su faz no era en balde). Y mientras se despedía al ver que su bus llegaba a nuestro paradero, me preguntaba hasta ese instante qué cosa pude ver yo antaño a Juanín alguna vez como para haberlo deseado tan ardientemente durante mi impetuosa adolescencia. Para cuando el vehículo volvió a partir comprendí el motivo: un voluptuoso y bien moldeado trasero se avizoraba en el pantalón que llevaba puesto en ese momento (confeccionado por su madre seguramente) mientras de espaldas, su figura se alejaba cada vez más de mí y las imprudentes portezuelas del bus comenzaban a ocultar obcecadamente el estupendo regalo visual divisado aquella mañana.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Está gracioso, pero deberías guardarte para posts previos, si los haces muy largos como que se hace más dificil leer todo, y por tanto, emitir un comentario.

Saludos

Ramiego dijo...

Gracias por la sugerencia.

Imoq dijo...

Excelente relato. Me atrapó y me lo devoré de principio a fin. Me gustaron mucho ambas historias y me quedé con ganas de más :)

Un abrazo desde México.

Alex.

Tu mami dijo...

Alguna vez se me cruzo la idea de "fijarme" en personas de mi mismo sexo, no me duro mucho la verdad, soy mas straight que mandada a hacer.

Muy dificil aceptar ser "diferente" en esta sociedad acostumbrada a tirar la piedra y luego esconder la mano.

Es un gusto que te des una vuelta por mi blog... Un abrazo.

the random glance dijo...

echando un vistazo por 1era vez...muy buuuen blog, saluuuuuuudos!

SERGINHO® dijo...

mm no le veo problema al post largo sr.
me entretuve y lo lei completo.. ademas que escribes bastante bien... el tema es muy interesante... hae poco escribi algo acerca de "adiestrar a los hombres" viendo algunas situaciones que debemos aprender de las mujeres... y teniala pregunta como seria en el caso de unarelacion homosexual... me aclaraste varias dudas... y se agradece... cuidate NOS LEEMOS¡¡

Isabella dijo...

Veo que tu mente abierta admite preguntas que me asaltan con respecto a las relaciones homosexuales. Espero no equivocarme.

Ha sido un placer!

Pablillous dijo...

primera visita. me entretuve mucho leyendote
quiero mas!

Anónimo dijo...

pues yo tambien me he divertido mucho con tu narración... abrazos y besos!!!

Beba Newmann dijo...

Cuando los posts son buenos y tan bien escritos, el que sea largo, corto o ajeno me interesa un pepino. Escribes rebien; prosa muy clara, sencilla, sin rodeos, totalmente legible y lo más importante un poco o mucho de tí en cada línea. Saludos. Pusé tu link en mi blog. Chau.

Ramiego dijo...

Caracoles chicos...

Daniel, Imoq, Cielo, Chaud, Serginho, Isabella, Pablillous, MdM, Beba, agradezco de corazón los comentarios recibos por todos y cada uno de ustedes.

Aunque reconozco como autocrítica, que por momentos me pierdo em mi palabrerinto. Veremos como soluciono ese detalle en los próximos días.

Nuevamente muchísimas gracias por su atención. Nos seguiremos leyendo...

Atte

Mauricio

Archiduque Ruidoso dijo...

Hey,!! pero qué pasa con Sabina???

Cualquier hombre de letras reconoce en la de ese tipo la potencia....



Saludos




MuertE!

Ramiego dijo...

Obvio, Sabina es un maestro... nadie pretende decir lo contrario.

Más bien la mención es un pequeño guiño y justo homenaje a su nombre... ¿o te pareció lo contrario?

Pablillous dijo...

gracias por visitar mi blog!
estoy esperando mas cosas nuevas, por mientras reviso lo mas antiguo!

Ramiego dijo...

Pues gracias por preocuparte querida Musa, pero valga la aclaración, las fechas que aparecen registradas en el blog no coinciden necesariamente con el día exacto de su publicación ¿Por qué, diras tú? Uhmmm...

Digamos que prefiero que éstos coincidan con ciertas fechas, llamémosles "estratégicas"... pero ¡shhhh! No se lo digas a nadie.

Anónimo dijo...

Ay hija, tan pocos hombres en tu haber hasta ahora? Deberias salir mas seguido ah...

Lautaro dijo...

Gracias por tu visita a mi blog y el cometario! :D
Estoy tratando de ponerme al día con el suyo y hasta ahora está muy bueno, muy bien escrito.
Sí, es una pena que estemos tan lejos. :_( Pero bueno, supongo que en Perú no cuesta tanto encontrar alguien que ocupa la otra mitad de la cama de dos plazas. :D
Bear hug,

Ramiego dijo...

Si pues... lastima que estés lejos. No te pierdas nomás... je je je.