domingo, julio 17, 2005

I Want You


Hola Pequeño:

Han pasado exactamente treinta días desde la última vez que tú y yo conversamos por messenger. ¿Y sabes por qué no te he escrito durante todo este tiempo? Bueno pues, entre otras cosas porque precisamente en muchas de nuestras consabidas y peculiares coyunturas, alguna vez me comentaste que varios de los emails que te enviaba te resultaban tan stressantes que optabas sencillamente por eliminarlos antes de abrirlos. Cualidad que seguramente intuirás, jamás he podido alcanzar.

¿Sabes? Todos tus emails me parecen tan sagrados -así te suene estúpido que te lo diga de esta forma- que creo los conservo todos. O casi todos los que me has enviado hasta la fecha, debidamente ordenados y encarpetados en alguna parte de mi correo personal. Y no sólo eso. También guardo algunos chats que hemos sostenido a lo largo de estos tres años que te conozco (¡cómo pasa el tiempo!) y una que otra copia de los "stressantes" mails que te envié en más de una oportunidad. Te preguntarás seguramente por qué sigo haciéndolo. La verdad, no lo sé. Quizás porque de cuando en cuando me gusta revisar las cosas tan deliciosamente risueñas que solías escribirme hasta no hace mucho y que jamás dejé de hacerte saber que salvaban mis días, haciéndome sentir inmensamente feliz. Más aún cuando en algunas ocasiones, tales mensajes abrigaban la inquieta esperanza de pactar un ansiado encuentro entre los dos lo más pronto posible. Y fue entonces, gracias a ti, cuando comprendí que un hombre verdaderamente se enamora a partir de los veinticinco años.

Exactamente treinta días han pasado desde que hablamos -vía messenger, para variar- por última vez. Paradójicamente en esa ocasión, horas antes de cerrar tu sesión, logré arrancarte la confesión de que estos últimos meses también me habías extrañado y que anhelabas que las cosas volvieran a ser como antes. Prefiero no pensar que respondiste así sólo por compromiso, sino porque sinceramente tenías ganas de hacérmelo saber y te interesaba saber por mí o qué cosas estarían ocurriendo conmigo durante estos últimos meses. Después de todo, no volvernos a ver luego de la última vez -a finales de febrero de este año-, no ha sido tan fácil de sobrellevar, pequeño. Al menos no para mí.

¿Sabes? Si te sirve de consuelo, te diré que sí, que siempre te tuve en cuenta durante todo este tiempo. De cuando en cuando te mandaba uno que otro mail para que no olvidaras de que existo. De que, de una u otra forma, mi mente y mi corazón siempre estaban puestos en ti y viajaban las veinticuatro horas a donde fueras. Desde que saltabas de la cama para irte a la universidad, o mientras viajabas -solo, seguramente- sin nadie con quien hablar en el bus que te llevase de regreso a casa. O también cuando, por esas cosas que sólo ocurren en las universidades, te encontrases en medio de una engorrosa reunión con compañeros de tu facultad y que en el fondo, lo que realmente querías hacer era largarte de allí. Pero, con todo el tiempo que te conozco, dudo que te hayas encontrado en un situación así. Todo lo contrario. Amas las reuniones con aquellos a quienes gustas llamar amigos en tu facultad. Sé que darías todo por agradarles, porque ellos te tomasen en cuenta cada vez más. Y porque noten también que eres un chico normal que tarde o temprano no tardará en conseguir enamorada.

Ay pequeño. En la mejor época de nuestra estadía juntos, tu presencia iluminó mi espíritu al punto de que hacías que brotaran de mí, palabras bañadas de una insólita sabiduría. Como por ejemplo, cuando te decía que lo que verdaderamente contaba ver en las personas era su interior. De que, seas como seas, quienes te quieran de verdad, te aceptarán y sin remilgos tal cual eres. De que a tu corta edad, el cigarro sólo te hacía ver lo débil y dependiente que podías llegar a ser -entre otras razones- por causa de agradar a unos cuantos. Y todo tan sólo para ser aceptado por gente que muy probablemente no valdría la pena siquiera tomar en cuenta para un relativo acercamiento. Te lo dije y repetí un sinfín de veces. De que me gustabas tal como eres y que no me interesaba cambiar en ti un solo pelo (previa aclaración "evitando malas interpretaciones" para tranquilidad tuya). De que me sentía más que orgulloso de caminar contigo por las calles. De que cuando me tomabas en cuenta para compartirme tus cosas no sólo me enternecías, sino que además me invadía una inmensa y desconocida dicha en el alma; y cuando ocurrentemente me agradecías por comprenderte, en medio de la vía pública, con un tierno y emotivo arranque de sinceridad, y simultáneamente uno de tus brazos rodeaban mis hombros, apegándome vigorosamente a ti. O mejor aún, cuando en otras ocasiones, me pedías que te abrazase fuertemente. Con ternura. Con cariño. Con respeto. Y por lo bajo, alguna vez presumí que, también con amor.

Un mes, pequeño. Más de treinta días sin saber de ti. No quiero imaginármelo, pero intuyo que debes de odiarme. Pensarás seguramente que soy de lo peor, que abusé de tu confianza, de que soy un maldito pervertido, de que hoy por hoy, mi recuerdo solo te provoca nauseas. Imagino eso y muchas cosas más porque -vueltas que da la vida- alguna vez, más o menos a tu edad, pasé por la misma situación que tú. Aunque claro, lo mío fue más crítico. Pero no viene al caso comentar lo que me ocurrió hace más de diez años. Me encantaría saber sí, qué cosa estará pasando contigo en estos momentos. Aunque también me da miedo enterarme. Analizando fríamente las cosas, lo peor que puede pasar después de todo esto, es que sencillamente des vuelta a la página y no quieras saber ya nunca más sobre mí. Es más, ya me hice la idea de eso buen tiempo ya. Pero créeme, "me cuesta tanto olvidarte".

¿Sabes como he celebrado este mes de mantenernos oficialmente incomunicados? No con una, sino con DOS fiestas a las que acabo de ir. Amigos y de los otros, que conocen mi problema, me han recomendado de que salga más seguido de casa. Que nada gano rumiando desesperanzas, que la vida sigue adelante. Que sería estúpido seguir guardando un involuntario luto el cual seguramente ni te interesa saber que estoy atravesando. Pero pequeño, esto no lo hago por ti. Es sólo que, sencillamente mi alma se encuentra así. Sola, triste, desencajada de este mundo. Y cada día o situación que vivo, me confirma con mucha más razón la idea de que no encontraré a nadie que se te parezca, siquiera remotamente.

Pero bueno, te decía que no pudo ocurrírseme mejor idea que celebrar mi alicaído espíritu en dos agasajos, a la sazón, celebrados en dos días consecutivos (¡vaya aguante! ¿no?). Por lo menos me hubiese gustado llevarte al primero de ellos, creo que te hubieras divertido algo. Aparte de que, me hubiera encantado presentarte a los chicos y chicas que estuvieron allí. Imagínate, aparecer allí, de pronto, delante de mis amigos, juntos el uno del otro. Y yo con el pecho henchido de mucho orgullo. Sobre todo porque, déjame decirte que tenerte al lado mío y en público nunca dejará de hacerme sentir así. Y eso lo sabes mejor que nadie.

Incluso en medio de la celebración, en un momento que decidí hacer un alto y tomé a bien descansar unos minutos, se me ocurrió imaginarte. Que de pronto, entrabas por la puerta principal de la casa y te sentabas al lado mío, sin que te llamase o hiciese señal alguna para que lo hagas. Tal y como casi siempre lo hacías cuando te invocaba con el pensamiento, sin siquiera mirarte a los ojos, pero con mi corazón y mi espíritu reclamando tu presencia, y tenerte al lado mío. Tú, feliz y risueño, como siempre. Y yo, contemplando sabiamente tus pequeños y preciosos ojos, tan expresivos, tan dulces y tan atentos cuando me querías decir algo. ¿Notabas tú cuando yo te observaba de tal manera que no podía evitar emocionarme, y disimulaba con una nerviosa sonrisa lo taradamente feliz que me ponía verte frente a mí, tan cerca, tan contento... contándome cosas que, obviamente a un amigo cualquiera le hubiese despertado más de una morbosa suspicacia, pero que sabías que a mí me halagaba harto harto y me convertía en el hombre más dichoso de este universo?

Y ni qué decir cuando mi vista se perdía en tu primorosa cabellera, que en más de una ocasión no podía contener los deseos de tocarla, perdiendo mis dedos en tus elaborados y ensortijados cabellos. O también cuando veía detenidamente tus rebosantes mejillas, ansiosas por ser besadas por algún privilegiado amor que aún no conoces y que me emocionaban profundamente, pues la profusa barba -convenientemente afeitada- que podía divisarte en ellas, en más de una ocasión aceleraban el pulso de mi ajetreado corazón e incitaba a seguir examinándote cada vez con mayor fruición. Como por ejemplo, cuando distinguía más arriba, tu amplia frente... sutil invitación a ser besada por unos labios que me desesperanzaba imaginar no serían los míos. O las vedadas golosinas que podían resultar esas masticables orejas tuyas, incitándome siempre a la más disparatada lascivia pública que jamás pude cometer. O tu níveo cuello, refrescado siempre bajo una generosa fragancia masculina que estremecía todos mis sentidos y hacía florecer en ellos los más contraproducentes deseos de amor, ternura, pasión y también decepción. O ver más debajo de tu excitante y profusa barba recién rasurada, los copiosos vellos que te asomaban tímidamente por la abertura de tu camiseta y que te avergonzaban mostrar, pero que eran una delicia para mi vista e imaginación contemplar y seguir extraviándome con ellos en febriles desvaríos. Tú, mostrándome tu velludo pecho y yo besándolo, abrazándote con profunda e infinita devoción. Porque no sólo tu cuerpo atormentaba mis deseos, pequeño. Sino también tu alma y corazón, que hasta cierto punto conocí y me confirmaba cada vez más, de que eras el hombre ideal con el cual yo quería vivir el privilegio de amar, mientras comprendía sabiamente que haber vivido durante más de veinticinco años, sólo y sin haber conocido antes lo que es el amor, bien había valido la pena esperar.

Así nuestra diferencia de edad sea un pequeño tropiezo apenas advertido en algún momento, ¿fue impedimento acaso para continuar frecuentándonos y seguir compartiendo encantadoras vivencias a lo largo de estos tres años? Sin ir muy lejos, ¿acaso fue impedimento la más notoria barrera de la edad en la conocida historia de amor de un reputado político de estos lares y su jovencísima compañera, con quien mantenía una impúdica relación hasta hace poco? No sé si a ti se te pasó por la cabeza, pero más de una vez me sentí identificado con lo ocurrido con la vulnerada parejita en cuestión. ¿Recuerdas cuando ya alejados del país, a ellos les tomaron unas fotos en la playa, solos, los dos y departiendo un agradable momento juntos? Bueno, ¿acaso tú y yo no pasamos lo mismo en febrero de este año y nos largamos a un balneario al sur, lejos del mundanal ruido de la capital (y de algunas miradas curiosas para ti, pensándolo bien), solos, únicamente tú y yo? Claro, lamentablemente en tal oportunidad ninguno disponía de una cámara fotográfica para inmortalizar ese momento (y conste que la luché hasta el último momento para conseguirla), pero ¿qué hubiera pasado si algún indiscreto paparazzi nos hubiese fotografiado en aquella ocasión? En el caso de la popular pareja mencionada anteriormente, ninguna de las instantáneas revelaban alguna situación comprometedora. Pero ello no fue necesario para confirmar lo que efectivamente era evidente: que vivían un ya-no-tan furtivo romance. Mas, volviendo a lo nuestro ¿qué existía realmente entre tú y yo? ¿Alguna vez te lo preguntaste, pequeño? ¿Sinceramente? A fin de cuentas, las hipotéticas fotos de nuestro encuentro tampoco hubiesen revelado alguna sospechosa circunstancia, pero ¿por qué irnos solos, tú y yo? ¿Y tan lejos? ¿Cómo te hubiese caído el hecho de que nos hubiesen tomado algunas fotografías de ese encuentro? ¿Pasaste por alto lo que quizás sentiste por mí alguna vez y lo encaletaste bajo el rótulo de simple e inocente amistad? Preguntas que te dejo en el tintero y que quizás nunca obtengan respuesta.

Pero bueno pequeño, no deseo ir por las ramas. Hace un momento te contaba sobre una fiesta a la que fui hace unos días. ¿Y sabes? A pesar de que me había jurado a mí mismo no volver a hacerlo -por lo menos durante esa noche-, pues no pude evitar recordarte. Imaginé por algunos instantes qué cosa estarías haciendo, o si por lo menos te interesaba saber si yo la estaba pasando bien, luego de lo que ocurrió entre ambos. Y en medio de tanta algarabía, cuando por fin había atinado en volver a sonreír, me apenó comprender que desafortunadamente tú no estabas allí, conmigo, para disfrutarlo. O lo que era peor, que quizás ya no lo estarías nunca más. Hubiese llorado allí mismo, de no ser porque las lágrimas me las agotaste hace un año, cuando noche tras noche te recordaba y esperaba una llamada tuya para volver a sentirme feliz. No te lloré como en esas otras ocasiones, pero el sinsabor quedó conmigo. Y traté de exterminar de alguna forma esa nefasta sensación de mi cabeza, girando y vitoreando como un poseso All I ever wanted, all I ever needed is here in my arms... Words are very unnecessary, they can only do harm... ("Todo lo que quiero, todo lo que necesito, está aquí en mis brazos... Las palabras son innecesarias, ellas sólo pueden hacer daño...") o You shut your mouth. How can you say I go about things the wrong way? I am Human and I need to be loved, just like everybody else does... ("Cierra la boca. ¿Cómo puedes decir que hago las cosas mal? Soy humano y necesito ser amado, como todos los demás"). ¿Te suena familiar, pequeño? Lo que tantas veces hemos discutido, no resultó tan original a fin de cuentas. Y hasta pienso que tú deberías estar bailando estos temas con mucha mayor razón que yo.

Y bueno, luego de tratar de olvidar en algo mis penas y no contento con vivir los estragos de la fiesta anterior, decidí jugarme el repechaje la noche siguiente en otro dizque bailongo, realizado esta vez por una comunidad gay. Seguramente si te enterases que fui a una discoteca de ese tipo, terminarías por asquearte más y no querer saber nunca más sobre mí. No te culpo, pues la verdad allí la pasé muy mal. ¿Y sabes por qué fui? Porque supuestamente un tipo que lee el tarot por internet, me dijo que en dicha fiesta encontraría al que sería el amor de mi vida. Sí, seguramente debes estar cagándote de risa por tamaña ocurrencia. Y tienes razón, soy un estúpido por creer que en un lugar así, en donde campean los excesos (¡y qué excesos!) encontraría a alguien que remotamente pudiera suplirte. Figúrate. Yo en medio de tanta celebración libertina y observando cosas que no sé si te habrán pasado por la cabeza alguna vez (Por cierto ¿te imaginaste alguna vez que yo frecuentase lugares como esos? Francamente, yo tampoco). Por mi parte, te diré que no es la primera vez que asisto a espectáculos así. Y si esto me sirve como expiación, te diré que mi alicaído espíritu se sintió mucho más infeliz esa segunda noche. Ni me interesó bailar o tratar de divertirme, ni mucho intercambiar palabra alguna con los insoportables parroquianos del lugar. También recordé por qué me juré alguna vez no volver a asistir jamás a cuchitriles como esos. Porque al frecuentarlos anteriormente -obviamente mucho antes de que Dios me otorgara la dicha de conocerte-, éstos nunca llenaron a final de cuentas cierto vacío y desazón que vivía yo en determinada época de mi existencia; muy por el contrario terminaban por acrecentármelo aún más... Pero bueno, te contaba que hace mucho había dejado de visitar esos nauseabundos lugares, sobretodo porque luego de conocerte y tenerte a mi lado, me convertías en un alma tan pura, tan dichosa y tan... inexplicable de tratar de definir con simples palabras, que tendría que haber sido mil veces estúpido para seguir cayendo en el juego de visitar lupanares como esos, si contigo lo tenía todo y más.

En fin, luego de presenciar tan frenéticas como patéticas cópulas gay entre desconocidos que se jugaban la vida esa noche, la cereza que coronó la torta al largarme de tan indeseable lugar, ocurrió cuando de pronto me vi solo, en medio del negro y gélido manto de la madrugada, esperando el transporte que me llevase de regreso a casa. Y paradójicamente por momentos, compartiendo vereda con travestis que ofrecían su cuerpo al mejor postor y hasta cumplían osadamente su faena en medio de la vía pública, tal y como seguramente operarán allí todas las noches. Comprendí entonces que hay diferentes formas de ser infeliz y que probablemente no era el único hombre desdichado en medio de la lúgubre alborada.

Luego de vivir esta nefasta experiencia me gustaría decir que fuiste el principal responsable de que me atreviese a viajar a semejantes infiernos, cual Orfeo contemporáneo, dicha madrugada infame. Pero no sería justo culparte, ambos los sabemos bien. Más, a lo que quiero llegar con todo esto, es decirte que ni en el lugar más tranquilo o juerguero, ni en el más siniestro y disoluto, pude desligar tu recuerdo de mí, ni mucho menos hallar la felicidad que alguna vez en ti encontré.

¿Y sabes algo? Al tipo ese que me aconsejó -tarot mediante- que fuese a ésta nefasta fiestita gay, de cuando en cuando le consulto cosas por messenger. Y lo tengo como loco cada vez que le consulto por ti. Bueno, no me culpes; ya que no sé nada de ti, no escribes, ni mucho menos llamas a mi casa, pues lo menos que puedo hacer es preguntar con lo que más tenga a la mano para enterarme. Y entre las pocas cosas que le puedo arrancar al cibernético adivino, éste me implora que deje de pensar en ti, pues según dice, simplemente ya no te importo. Que lo mejor que puedo hacer es voltear la página y mirar otros horizontes. Que siempre me utilizaste y que lo último que haces en estos momentos es pensar en mí. Quizás tenga razón, pero la verdad no quiero creer eso. Tantas cosas que vivimos juntos, la alegría que vi dibujada en tus ojos cada vez que nos teníamos frente a frente ¿puede derrumbarse tan fácil y rápidamente de tu vida, sin más ni más? ¿Será que a lo mejor el único que le encontró magia y sentido a esta relación fui yo? ¿Es verdad que no te interesa en lo más mínimo saber ya sobre mí? ¿Tan fácil es desligarte de todos los lindos recuerdos que evocan nuestros reconfortantes encuentros? ¿Tan indolente puede ser tu alma al respecto?

Quizás ese sea un lado de ti que desconocía durante todo este tiempo. Pero a la luz de las evidencias es lo que has demostrado hasta el momento. Y la inconformidad que me provocaba tu conducta estos últimos meses, bien te la hice saber. Pero poco o nada hiciste para remediar esta situación, salvo justificar con enredadas disculpas tu falta de tiempo y disponibilidad para atenderme. Y tan frustrante me parecía esta situación, que durante todo un año te mendigué migajas de tu atención y comprensión e hice de todo para que así lo comprendieras. Huelga la verdad citar todas y cada una de las dolorosas ocasiones en que traté de ablandar tu reacia indolencia. Más, ante el cansancio y la resignación de comprender mi derrota, opté entonces por mantener un perfil bajo y tratar de hacer mi vida por mi cuenta, pues luego de un año de lidiar en este plan, era más que estúpido seguir lamentándome y llorando por no tenerte a mi lado en los momentos en que te consideraba más que necesario.

Y si pues, como nunca me decidí entonces por frecuentar a un tipo mucho mayor que yo y que por su edad algunas mentes despistadas confundían con mi padre. Cuando tu sustituto y yo comenzamos a salir, todo parecía ir bien, de maravillas. Nos gustábamos mucho (yo más a él, al parecer) y juraba que quizás de este modo, con el tiempo, por fin podría enterrar para siempre esa nefasto y doloroso sentimiento que implicaba el recordarte y no volver a tenerte nunca más. Pero bueno, nada es perfecto dicen. Tal parece que a fin de cuentas, al tipo en cuestión no le interesó tanto seguir esta relación y poco a poco fue desentendiéndose del asunto, al punto de que apenas nos veíamos. Tanto así que prácticamente tuve que rebajarme a pedirle varias veces por teléfono que se diera tiempo para continuar viéndonos. Y mientras él juraba y rejuraba que sus múltiples ocupaciones le impedían seguir frecuentándonos, lo cierto es que tampoco movía un ápice para que dicha situación cambiara. Mas bien, decía que sí, que también quería verme y que siguiéramos manteniendo contacto vía internet para coordinar una próxima cita. Pero el muy sinvergüenza me tuvo en este plan por dos meses, figúrate. Al final y luego de cuatro meses aproximadamente en esta curiosa relación (bueno, dos meses en realidad, pues los otros dos me tuvo en ascuas posponiendo perennemente una próxima cita que nunca ocurrió) acabé por mandarlo al carajo vía mail. Sí, lo mandé a la mierda, porque ya me tenía harto de que contase el mismo cuento todas las veces que me daba la puta manía de marcar su número y preguntarle cuándo sería la próxima vez que nos encontraríamos, pues había pasado n tiempo desde la última vez. Y colmó mi paciencia al igual que tú en algún momento, cuando me decías que lo que más te faltaba era tiempo y que lamentabas no poder estar a mi lado cuando más te necesitaba. Y me sentía más bajo que una mierda de perro en el pavimento, cuando luego descubría o me enteraba por terceros que la pasabas de lo más bien con tus amigos de la facultad. O el acabose que fue el día que conversamos por messenger la última vez, cuando me dijiste que no tenías tiempo para verme porque saldrías más tarde con unos tipos de tu universidad a conocer unas amiguitas. Eso fue lo más indolente que te oí decir durante todo este tiempo que te conozco.

No lo soporté, me volví loco de ira. Me dieron ganas de insultarte, mandarte al carajo y desearte lo peor. Y si te hubiese tenido al frente, me hubiese abalanzado fereozmente contra ti y quien sabe, con consecuencias que lamentar. Una cosa era clara, tú no comprendías un soberano carajo las cosas que he afrontado por ti, desde que te conozco. Las veces en que invertí parte de mi tiempo y dinero para estar junto a ti en los momentos que implorabas mi presencia y apoyo. Y presuroso yo, como si fuese parte de una emergencia o de un asunto de vida o muerte, dejaba TODO lo que me encontraba haciendo en ese momento, sólo para fijar mi atención única y exclusivamente en ti. Volaba entonces raudo a tu encuentro y trataba de calmarte con las más reconfortantes palabras, que las cosas saldrían mejor, que trataras de ver la vida de una forma más sosegada, que no tenías en absoluto culpa alguna de muchas cosas nefastas que te ocurrían en ese momento... en fin. No me arrepiento de haber hecho eso ¿sabes? Pero... ¿contarme tan frescamente que más te interesaba salir a encontrarte con tipitas corrientes, a sabiendas de que te necesitaba en uno de los momentos más críticos por los que me encontraba pasando? Pues, sencillamente no lo soporté.

Fue entonces cuando no aguanté más y te lo dije. Sabía que lo más probable era que estuviese partiendo a un punto del cual no había marcha atrás, que con esto cambiaría las cosas dramáticamente, que a lo mejor lo empeoraría todo. Pero ya no lo podía resistir más. Rompí el frágil hilo que separaba nuestra amistad del idílico amor que -equivocadamente quizás- comencé a profesarte secretamente tiempo atrás. Te digité entonces que no entendías absolutamente nada por lo que yo me encontraba pasando. Que eras un maldito indolente y que lo mejor era que no me molestases más, sobre todo porque existía un fuerte motivo para ello. Fue entonces cuando tomé absolutamente todo el endeble valor que aún me acompañaba en ese momento... para hacerte saber de una buena vez que me gustabas, no solamente como amigo, sino también como hombre.

Extraña declaración para un sentimiento tan idílico el que me inspirabas. Muchos en estos momentos concordaran seguramente en que no fue ni el momento ni el medio adecuado para soltar tan explosiva declaración. Tampoco hubo chance de escribir que a pesar de todas tus trastadas, aún sentía algo de amor por ti, o que desde hace buen tiempo te quería mucho más y mejor que a un simple amigo o hermano. Ni siquiera pude comentarte que despertabas en mí un sinfín de nobles sentimientos o algo por el estilo, pues ante la seca y -seguramente apabullante- confesión de digitar en mi teclado textualmente de que me gustabas, opté por la prudente alternativa de dejar que asimilases semejante noticia. Intuyo que en un primer momento te habrá parecido un chiste de mal gusto, que me equivoqué en escribir, que se cruzó el messenger o algo por el estilo. Pero luego de un instante, cuando te ratifiqué mi insólita declaración, lo más que pudiste hacer fue responderme con la lógica más comprensible del mundo: de que no se me ocurra volver a buscarte nunca más.

Luego de eso ya no hubo más respuestas. Sencillamente te fuiste y dejé de tener noticias tuyas hasta el día de hoy, que se cumple exactamente un mes en que tiré por la borda una preciosa, pero atormentada amistad. Y sólo por el hecho de ser lo más honesto posible contigo y tratar de no herirte bajo ninguna circunstancia. Luego de ese día, noté que tus emails sencillamente dejaron de existir. Y tus llamadas peor, pues esa candorosa costumbre de timbrar mi teléfono sólo para contarme cómo estás, la dejaste hace muchas lunas ya. La verdad, tampoco yo he intentado comunicarme contigo, por prudentes y comprensibles razones. La más fundamental de todas es porque temo que al responderme, me apuñales con la idea de que no vuelva a aparecer en tu vida nunca más, pero con palabras mucho más fuertes e hirientes. Y no tan sólo por su connotación, sino por su intención. Que no es otra que la de un joven al que quise (y quiero) mucho, al que de cuando en cuando recuerdo con mucho cariño y respeto. Y que además sigo extrañando, pero que, hoy por hoy quizás mantenga mi recuerdo como uno de los mas funestos que han cruzado por su vida. Y eso, pequeño, es muy doloroso para quien esto escribe. Por eso, prefiero seguir manteniendo un perfil bajo. Y por eso mismo, ten por seguro que este mensaje no llegará a tu bandeja de entrada. Prefiero enviarlo en una botella al mar virtual que acoge este blog y a sus eventuales visitantes. Y mientras eso sucede, optaré por ver y esperar qué pasará contigo. Quizás un buen día te animes a desbloquearme de tu messenger (pues obviamente, desde el mismo 17 de junio y en vista de las circunstancias, no tengo la más mínima duda que así has procedido) y podamos cruzar algunas palabras. Total ¿qué de malo podría haber en volver a chatear y saber cómo te encuentras? Bueno, eso ya depende de ti, pues como bien sabes, jamás te he presionado o comprometido a hacer algo en contra de tu voluntad.

Pero bueno, pequeño. A pesar de todo y aunque no lo creas, hay una cosa que me queda muy claro. Que a pesar de todo lo bueno o malo que hemos vivido durante estos últimos años desde que nos conocemos, pese a todos esos pleitos por los que tanto detestabas soportar, o los sinsabores que me dejaste en innumerables ocasiones, o las eternas discusiones sostenidas por messenger y que superábamos con otras tantas deliciosas reconciliaciones, o las muestras de cariño que aún recordabas en manifestarme... y miles de otros detalles más que sólo tú y yo comprendemos en su magnitud muy bien. Pues bien, pese a todo ello y más... aún tengo lugar, energía y tiempo para decirte algo muy importante y que no está de más, incluso el día de hoy. ¿Sabes qué cosa es? Pues que... con todo ello, te quiero.

Atte.

Mauricio

19 comentarios:

Anónimo dijo...

wow.

Anónimo dijo...

justo estan pasando esa canción de "marco se ha marchado para no volver" de laura pauzini

tamare se me ha salido una lagrima :$
no soy llorón! soy sentimental!
lindo post, no sufras más olvida al maldito!

Ramiego dijo...

Entre el cielo y el suelo hay algo
con tendencia a quedarse calvo,
de tanto recordar.

Y ese algo que soy yo mismo
es un cuadro de bifrontismo
que solo da una faz.

La cara vista es un anuncio de signal,
la cara oculta es la resulta
de mi idea genial de echarte,
me cuesta tanto olvidarte
me cuesta tanto...

Olvidarte me cuesta tanto,
olvidar quince mil encantos
es mucha sensatez.

Y no sé si seré sensato,
lo que sé es que me cuesta un rato hacer
cosas sin querer.

Y aunque fuí yo quien decidió que ya no más,
y no me cansé de jurarte
que no habrá segunda parte,
me cuesta tanto olvidarte.

Me cuesta tanto olvidarte...

Me cuesta tanto...

Tu mami dijo...

¿Porqué el que más se entrega en una relacion sale perdiendo?

Aun no lo entiendo.

Little Junkie dijo...

jajaj ...
(@_@) ...
Dejabú ... ???

Es dificil encontrar a alguien que sienta, se entregue, y ame con la misma intensidad que uno ...

(;_;) ... Abuuuuuuu ...

Eduardo Villanueva dijo...

me lo he leido corrido mauricio! y eso q me cago de hambre, y NECESITO banharme. me cuesta tanto olvidarte, me habia olvidado de esa cancion pero ya me la baje por el imesh. cuesta, si, pero se olvida, ah, siempre se olvida, en asuntos del amor, dejale un espacio al tiempo, y vive tu duelo como mejor te parezca, un abrazo, edu

Anónimo dijo...

30 días? No te parece demasiado? Get over him! Hay miles de patas mejores. Suerte!

Anónimo dijo...

Ay Santi, hija. Cómo es eso de que te mandes con la canción de la Pausini esa. Bien vieja eres no? Al menos mandate con Mi Vestido Azul de Floricienta, más moderno, no te parece?

Anónimo dijo...

Con el Comienzo y con el Final , mataste, puxa , suerte.
Gracias por el Comentario

Anónimo dijo...

PD: la cancion esta coolisima ;)

Anónimo dijo...

manya otra pd: me tienes linkeado... uxa hare lo respectivo... pasare seguido por aqui. Suerte y animos

Ramiego dijo...

Imagínate Zèzè, qué ocurrencia. Leí tu blog con mucha avidez, de ahí que te linkeara para tenerte más a la mano para seguir tus incidencias. Y ojo, no es patería ni nada parecido.

Llámalo practicidad en todo caso... y nuevamente, gracias por la deferencia.

Atte

Mauricio

Pd.- Pronto nueva entrega en este blog... no lo he descuidado como me enteré que hablan por ahí.

Qbi dijo...

Mauricio aunke parezca una TNV, he leido todo el post y sabes kreo estas muy enamorado!! y no tengo koncejos.

Ta chevre la carta, parece una ke eskribio bettina breton. Solo ke un poko pesado.

Saludos y no sufras mas...

Anónimo dijo...

¿Pero cómo haces tú para escribir tanto? Tks por el link, aunque en vez de M, hubiese preferido tener si no "Maricon de Mierda", al menos MdM. Abrazos y besos!

Ramiego dijo...

Querido MdM:

¿Que cómo hago para escribir tanto (al menos para este último post)? La razón es más que evidente. ¿Acaso no lo has notado aún?

Respecto al otro punto, sorry si no coloqué tu nick completo, pero me parecía que por su crudeza podría herir alguna suceptibilidad por ahí.

Tu idea me pareció muy buena, y ya hice las modificaciones del caso.

Gracias por tu atención y tus comentarios. Un fuerte y cariñoso abrazo...

Nos seguiremos leyendo.

Atte

Mauricio

Ramiego dijo...

Tambien aprovecho en saludarlos a todos ustedes, amigos que se han tomado la molestia de leer este post (hasta el momento, el más largo de este blog).

Un muy afectuoso abrazo queridos bloggers, y nos seguimos leyendo.

xxx dijo...

Me ha pasado lo opuesto. Que alguien que solo era mi amigo y que era obvio que solo eramos amigos reaccione mal cuando le dijese que sus demostraciones afectivas inicialmente amicales se volvieran tan densas y cargadas de un sentimiento difuso.

Ya no hablamos tampoco.

xxx dijo...

*se volviera= se habian vuelto.

Creo que hay gente que siente las cosas de una manera distinta, y que en consecuencia merecen encontrar a alguien que sienta del mismo modo.

Suerte, y sigue adelante.

Ramiego dijo...

Gracias Claudia. De verdad que tus palabras me alegran y reconfortan muchísimo, como ni te imaginas.